©inTRAlinea & Francesca Leonetti (2019).
"La prosa de Bernal Díaz del Castillo: un reto de traducción"
inTRAlinea Special Issue: Le ragioni del tradurre

inTRAlinea [ISSN 1827-000X] is the online translation journal of the Department of Interpreting and Translation (DIT) of the University of Bologna, Italy. This printout was generated directly from the online version of this article and can be freely distributed under Creative Commons License CC BY-NC-ND 4.0.

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La prosa de Bernal Díaz del Castillo: un reto de traducción

By Francesca Leonetti (Università degli Studi Roma Tre, Italy)

Abstract & Keywords

English:

In recent decades, the interest in the Historia verdadera de la conquista de la Nueva España has acquired new vigour and raises the problem of its translation into Italian. By virtue of his presentia in loco and following the flow of his memory, Cortés' former soldier writes an epic document in a language that suggests the immediacy and spontaneity of the oral account. In it the urgency of telling everything prevails over formal concerns, determining the constant presence of the anacolute, the lack of relationship between modes and times, the passage from indirect to direct style, narrative fragmentation. My paper will reflect on the principles governing translating solutions that aim at avoiding alterations in content or structure (synthesis, paraphrase, etc.). In this way, full respect of the stylistic peculiarities of the work would be guaranteed, giving back to the Italian reader the narrative potency of the text in the revival of the Mexican feats.

Spanish:

En los últimos decenios, el interés por la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo ha adquirido nuevo vigor y nos plantea el problema de su traducción al italiano. En virtud de su presentia in loco y siguiendo el flujo de su memoria, el viejo soldado de Cortés escribe un documento épico en un lenguaje que sugiere la imediatez y espontaneidad del relato oral. En éste, la urgencia de contarlo todo predomina sobre las preocupaciones formales, determinando la constante presencia del anacoluto, la falta de la relación entre modos y tiempos, el paso del estilo indirecto al directo, la fragmentación narrativa. El propósito de mi intervención es la reflexión sobre principios traductológicos para el estudio de soluciones traductoras que eviten alteraciones contenutísticas y estructurales (síntesis, paráfrasis, etc.). De esta forma, se garantizaría el pleno respeto de las peculiaridades estilísticas de la obra, devolviendo al lector italiano la eficacia narrativa del texto en la revivificación de las gestas mejicanas.

Keywords: Bernal Díaz del Castillo, memoria, crónica, análisis de oralidad, memory, translation, orality

La Historia verdadera de la conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo es una de las crónicas más leídas y estudiadas, que enriquece el archivo colonial sobre la conquista de México, por su extraordinario valor histórico y testimonial. Tras suscitar durante siglos críticas y controversias y promover exégesis, relecturas y ediciones, en las últimas décadas su interés ha adquirido un nuevo vigor al plantear el problema de su traducción al italiano.[1]

Transcurridos ya casi treinta años de las campañas militares que terminaron con la conquista de México y Guatemala, el viejo soldado de Cortés intenta relatar esas extraordinarias hazañas y “traducir” el Nuevo Mundo y convertirlo en una realidad inteligible para el hombre europeo. A través de sus ojos nos asomamos a las antiguas culturas mesoamericanas y podemos gozar del privilegio de saborear ese primitivo encuentro, correspondiente a la primera etapa del proceso de mestizaje lingüístico-cultural.

El proyecto originario de Bernal fue el de un “memorial” nacido de una exigencia concreta: dejar «probanzas de sus méritos» y presentar las demandas de encomiendas, aún más insistentes después de las Leyes Nuevas promulgadas en Burgos en 1542, como recompensa por sus servicios. Por medio de estas leyes, los indios encomendados fueron arrebatados a los viejos conquistadores.[2] Sin embargo y como se puede leer en la obra, la indignación provocada por la lectura de la La conquista de México de Francisco López de Gómara[3] lleva a Bernal, ya regidor de Guatemala, a convertir su antiguo “memorial” en una Historia verdadera. Ésta representó la ocasión para subrayar la participación de todos los soldados en la empresa, demostrar su contribución personal a las gestas mexicanas y completar así sus «probanzas de méritos».

El resentimiento que le provocó la obra de Gómara le favoreció también la posibilidad de redactar una versión verdadera de la conquista de México, que desmintiera las inexactitudes y parcialidades de quienes[4] sublimaron la figura de Cortés y dejaron, en cambio, en segundo plano a todos los soldados que colaboraron en la conquista.

En virtud de su presentia in loco, Bernal compone un documento épico en un lenguaje que sugiere la inmediatez y espontaneidad del relato oral, siguiendo los vaivenes del flujo de su memoria.

En el año 1568, a los setenta y tres años de edad, el autor estaba trasladando en limpio la versión a la que había llegado en ese momento, como él mismo afirma en el capítulo CCX, en un diálogo con la Fama:

¡Oh, excelente y muy sonante, ilustre Fama [...] Hago, señora, saber que de quinientos y cincuenta soldados que pasamos con Cortés desde la isla de Cuba, no somos vivos en toda la Nueva España de todos ellos, hasta este año de mil y quinientos sesenta y ocho, que estoy trasladando en mi relación sino cinco. (Díaz del Castillo 2011: 1056)

Un largo intervalo de tiempo le separa de los hechos que cuenta y le induce a recuperar de sus recuerdos los sucesos, ya lejanos, antes de fijarlos en la escritura.

Asimismo, esta operación le obliga a una reflexión sobre su minusvalía literaria. De hecho, desde los párrafos iniciales de su obra, Bernal, como un principio de defensa, insiste en que la escritura le es extraña y, definiéndose «idiota y sin letras», confiesa su falta de adecuación estilística al tema tratado:

Y yo, como no soy latino, no me atrevo a hacer preámbulo ni prólogo dello, porque ha menester para sublimar los heroicos hechos y hazañas que hecimos cuando ganamos la Nueva España y sus provincias en compañía del valeroso y esforzado capitán don Hernando Cortés, que después, el tienpo andando, por sus heroicos hechos fue marqués del Valle. Y para podello escrebir tan sublimadamente como es dino fuera menester otra eloquencia y retórica mejor que no la mía. (Díaz del Castillo 2011: 4)

Esa conciencia de debilidad con respecto a la tarea literaria se agrava cuando reconoce en la obra de Gómara una indudable superioridad estilística:

Estando escriviendo esta mi corónica, acaso vi lo que escriben Gómara e Illescas y Jovio en las conquistas de México y Nueva España, y desque las leí y entendí y vi de su policía, y estas mis palabras tan groseras, dejé de escrebir en ella, estando presentes tan buenas historias. (Díaz del Castillo 2011: 70)

De todos modos, a la vista de la infidelidad de este relato tan «vicioso»(Díaz del Castillo 2011: 73) sobre la conquista de México, con respecto a lo que él había vivido como testigo presencial, declara indignado su criterio literario ad testatio rei visae:

después de bien mirado todo lo que aquí he dicho, que es todo burla lo que escriben acerca de lo acaesido en la Nueva España, torné a proseguir mi relación, porque la verdadera policía e agraciado componer es decir verdad en lo que he escrito. [...] Quiero volver con la pluma en la mano, como el buen piloto que lleva la sonda, descubriendo los bajos por la mar adelante, cuando siente que los hay: así haré yo en decir los borrones de los coronistas. (Díaz del Castillo 2011: 73)

En otra ocasión me he detenido sobre estas afirmaciones de Bernal (Leonetti 2011: 115-155), por medio de las cuales se presenta como historiador fidedigno, que cuenta los hechos como ocurrieron verdaderamente, según lo que él mismo vio, dejando a Gómara el papel de literato, que interviene personalmente en lo que cuenta, mejorando o distorsionando la realidad. Oponiéndose así a su antagonista, según el cual el criterio de verdad no se corresponde necesariamente con la experiencia, sino con el justo equilibrio en el manejo de la información, Bernal participa, como nos hace notar Serés, en el debate teórico e ideológico, de plena vigencia en su época, relativo a la oposición entre ficción e historia. Un debate respaldado por la autoridad de Aristóteles, quien en el capítulo III de su Poética estableció la diferencia entre poesía -verosímil y ficticia- e historia, verdadera por sus hechos (Díaz del Castillo 2011: 1182).

El deseo ferviente de dejar testimonio y de ser exhaustivo empujan a Bernal a desplegar todas las técnicas narrativas y los recursos estilísticos que puedan conferir autenticidad, espontaneidad e inmediatez al relato. Asimismo, Bernal no duda en apoyarse en el rechazo de la afectación, defendido por los humanistas del Renacimiento, y en la norma estilística de la sencillez para que su lengua transmita la verdad y la maravilla. Y confiando en el mismo principio de verdad, proclamado por Heródoto, Jenofonte, Polibio o Tucídides, quienes prefieren el testimonio directo al análisis de las fuentes antiguas, decide contar la historia de la conquista de México y Guatemala «sin torcer ni a una parte ni a otra».[5]

Durante los siglos XVIII y XIX se sucedieron las ediciones de la Historia verdadera basadas en el texto de la edición princeps, publicada en Madrid por Alonso Remón de la Merced en 1632, sobre cuya integridad y autenticidad nadie dudó, a pesar de sus reconocidas interpolaciones espurias, hasta 1904. A partir de este año, con la edición de Genaro García se sigue el llamado manuscrito Guatemala, encontrado en 1840, en el que Bernal intervino con continuas enmiendas durante quince años hasta su muerte en 1584.

Además del gran número de ediciones españolas, la fama de la Historia verdadera se refleja también en el ámbito de las traducciones. Si contamos con varias traducciones en alemán, en francés y en inglés, en otras lenguas europeas -el danés, el polaco, el holandés y el rumano- existe solo una. Lamentablemente este es el caso también del italiano.

Me refiero a la traducción llevada a cabo por Ettore de Zuani y editada por primera vez en 1948 por Longanesi, con el título de La conquista del Messico. En 1968 el mismo texto se publicó revisado y anotado por Franco Marenco[6] y en 1991 y 2002 salieron las dos ediciones más recientes por la editorial Tea.[7]

Este producto no presenta el texto integral de obra de Bernal, sino solo una parte del mismo, correspondiente a 157 capítulos, que abarcan un período de tiempo que va desde la primera expedición explorativa en tierra mexicana, en 1517, hasta la conquista definitiva de México, en 1521.[8] Se registra, por lo tanto, la omisión intencional de los demás capítulos de la obra -el manuscrito Guatemala contiene 214- que relatan la desafortunada expedición a Honduras que cerró la etapa de Bernal como conquistador y dio paso a su asentamiento como encomendero en las nuevas tierras conquistadas hasta su muerte. Estamos ante una versión italiana de la Historia verdadera de Bernal, la cual, como se declara en la presentación del trabajo, «conserva tutti gli episodi salienti e il filo conduttore, sintetizzando alcuni punti secondari ed eliminando le frequenti ripetizioni e lungaggini» (Díaz del Castillo 2002: 7). Estas afirmaciones explicitan, aunque muy someramente, que el trabajo que se ofrece al lector italiano es el resultado de un distanciamiento voluntario del original, cuya estructura narrativa resulta marcadamente alterada a favor de un objetivo diferente del que se propuso su autor. Una operación ésta que implica una reorganización y reordenación del prototexto a través de deliberadas intervenciones censorias y simplificadoras, tales como paráfrasis, síntesis y omisiones de texto.

Buen ejemplo de esta manera de proceder resultan ser los resúmenes del traductor, los cuales se alternan con las partes del texto que él decide traducir. Las dos expediciones de Hernández de Córdoba y de Grijalva que llevaron al descubrimiento de Yucatán son los primeros sucesos sometidos a esta reformulación sintetizadora, como se puede notar en las líneas siguientes, contenidas en las páginas iniciales de la obra:

Ripreso il mare, Hernández continuò a navigare a ovest, finché non sbarcò presso una località chiamata Champotón o Potonchán, per fare l’acquata. Imprudentemente gli spagnoli pernottarono a terra e all’alba si svegliarono circondati dai guerrieri maya. Nella mischia che seguì, la spedizione perse cinquanta uomini e lo stesso capitano rimase ferito. Non c’era altro da fare che tornare a Cuba, dove Hernández presto morì. (Díaz del Castillo 2002: 42)

Emerge aquí, de manera clara, la intención del traductor de despachar rápidamente todo lo que precede a la expedición cortesiana, tratando con mucho descuido la información sobre la toponomástica.[9] Al resumir las diferentes etapas de las expediciones, el mismo construye explícitamente un nexo con el relato de Bernal:

La seconda spedizione partì nell’aprile del 1518, con duecentocinquanta uomini agli ordini di Grijalva. Il Díaz si imbarcò anche questa volta. […] Riprendiamo il racconto dallo strano incidente occorso alla foce del «Fiume delle Bandiere», oggi rio Jamapa. (Díaz del Castillo 2002: 42)

Estas reducciones obedecen al propósito histórico-informativo de dar noticia de las modalidades y estrategias adoptadas por el ejército de Cortés en la conquista de México, objetivo que se percibe ya en la traducción del título, La conquista del Messico. En éste se elimina el adjetivo “verdadera”,[10] elemento fundamental para la recepción de la obra. En esta primera elección quizás pese el recuerdo de La conquista de México de Francisco de Gómara y de la Historia de la Conquista de México de Antonio de Solís.

El texto en italiano de la última edición de 2002 se dispone en 80 capítulos, cada uno de los cuales resume el contenido informativo de dos o tres del original (en algunas ocasiones hasta nueve o diez), con la consiguiente modificación de sus subtítulos, en los que se declara la materia que en ellos se va a tratar. Según se lee en la Prefazione: «La celebre Storia della conquista del Messico è un’opera monumentale, il cui valore non sarebbe immediatamente riconoscibile in una traduzione integrale» (Díaz del Castillo 2002: 7). Aunque no se nos puede escapar la contradicción de estas palabras, dado que la monumentalidad de la obra se aprecia justamente respetando su integridad, emerge en este enunciado el motivo de la reformulación sintetizadora del texto de Bernal. La alteración de la sucesión de los capítulos, la eliminación de secciones repetitivas y redundantes, la omisión de algunas partes del texto y la simplificación de otras se contempla como una mejora, para que se pueda gozar de manera más inmediata de su contenido. El traductor se ofrece aquí, por lo tanto, en el papel de mediador de un texto complejo, inhibiendo la trasmisión adecuada de las informaciones y determinando una fruición inevitablemente deficitaria.

Hay que subrayar que además de las infinitas simplificaciones de enteros párrafos, las intervenciones del traductor italiano presentan otras constantes: trasformación del discurso directo a indirecto y viceversa, incoherencia en la traducción del mismo término a lo largo de la obra, alternancia entre traducción y préstamos con respecto a los términos autóctonos y amplificaciones explicativas que no aparecen en el texto fuente.

Otro caso emblemático de esta manera de actuar se encuentra en el capítulo dieciocho, que corresponde a una pausa en la narración de los hechos. En éste Bernal condena las falsedades de Francisco López de Gómara y otros autores y declara su intención de enmendarlas con su versión verdadera. Ettore de Zuani en este caso resuelve expeditamente la cuestión sobre las polémicas y las críticas a Gómara, justificando la eliminación de todos esos fragmentos del original en una nota al primer capítulo:

Per tutta la storia l’autore lancia frecciate polemiche molto frequenti contro altri storici della conquista, come Gómara, Illescas e Paolo Giovio. Queste parentesi interrompono la narrazione e sono in gran parte ripetitive, per cui sono eliminate nella traduzione, conservandone soltanto un esempio. (Díaz del Castillo 2002, nota 1: 323)

Esta intervención masiva está en línea con el resultado que se decide presentar. De todas formas, no puedo no manifestar mis dudas sobre esta alteración con la que se elimina el detallismo que caracteriza toda la obra, con el fin de “contarlo mejor” que sus contemporáneos. Bernal deja clara su voluntad de detenerse en los detalles de la historia o de retomar y profundizar unos elementos antes de seguir su narración, instaurando, de esta manera, un diálogo íntimo con su destinatario:

quiero aquí decir, puesto que ya no vaya a propósito de nuestra relación [...] ay necesidad que algunas cosas de esta relación vuelvan atrás a se recitar para que se entienda bien lo que se escribe [...] quiero volver algo atrás para decir cómo después que salimos de Santiago de Cuba con todos los navíos de la manera que he dicho [...] y más digo que se me había olvidado, que es bien de tornarlo a recitar, y es que...

En la versión italiana la obra de Bernal se desnaturaliza, perdiendo precisamente esos elementos por los que Francisco Rico la introduce entre las 111 obras imprescindibles, según sus palabras, para todos los que quieran disfrutar de la riqueza literaria de la lengua española y que constituyen la Biblioteca Clásica de la Real Academia Española, por él dirigida. De hecho, en 2011 se sacaron cuatro nuevos títulos de esta colección, editada por Galaxia Gutemberg-Círculo de Lectores, en la que la Historia verdadera aparece al lado de La Celestina, El Lazarillo de Tormes y La Dorotea. Aludiendo a la intricada transmisión textual que caracteriza las obras presentadas, explicó Rico en esa ocasión: «No son libros que se improvisan, las correcciones pueden alargarse durante años y cuando aparecen nuevos originales se deben retomar las ediciones para ampliarlas y mejorarlas».[11] No voy a detenerme en los problemas de crítica textual, que remito a mis investigaciones sobre el análisis y la tipología de las variantes (Leonetti 2011: 45-114); solo me limito a subrayar la necesidad, a la hora de la traducción, de tomar en cuenta el proceso de lenta elaboración, reflejado en los tres testimonios que poseemos,[12] para poder ofrecer al lector italiano el texto más fiel según la voluntad del autor.

Contamos hoy con la edición de José Antonio Barbón Rodríguez, editada en 2005, que presenta la reconstrucción crítica del testimonio más antiguo, el manuscrito Guatemala. Ese testimonio no debe considerarse un mero borrador de trabajo, sino el texto que más se acerca al proyecto definitivo de Bernal, como evidencian las tachaduras, correcciones e interlineados de índole y épocas muy diferentes, y los folios sustituidos, reflejo de las sucesivas fases redaccionales.

Y contamos sobre todo con la edición de Biblioteca Clásica, a la que acabo de aludir, con estudio y notas de Guillermo Serés, también basada en el manuscrito Guatemala.

José Manuel Blecua, que asistió a la presentación de esta edición, aseguró que una obra como la de Bernal Díaz del Castillo llena de estupor por su maravillosa dimensión americana contiene «una lengua viva y extraordinariamente interesante». En la misma ocasión, Luis Goytisolo comentó los aspectos más relevantes de la obra. Según el ilustre escritor, Bernal «lo cuenta muy bien, de forma clara y contundente, intentando ser objetivo y sin ocultar los desmanes de unos y otros [...] Es un caso insólito en alguien que se define no escritor la verosimilitud que trasmite».[13]

Comparto estas observaciones y considero que «le frequenti ripetizioni e lungaggini» que el traductor italiano prefirió eliminar, juzgándolas como un obstáculo para la comprensión del texto, reflejan la preocupación del autor por el logro de la máxima veracidad. A su deseo de contarlo todo se deben los detalles más pormenorizados, los paréntesis analépticos y prolépticos, las muchas digresiones, los episodios accidentales, la frecuente reiteración de los nombres y papeles de los protagonistas de su obra, tanto españoles como indígenas, muy a menudo subrayada por expresiones tales como «ya por mi nombrado», que devuelven al lector una dimensión coral de la conquista. Entre esas rememoraciones se conserva el precioso testimonio de las reacciones personales ante lo nuevo, ante los acontecimientos, tanto ante la derrota como ante la victoria. Sobresalen el miedo de los soldados, el titubeo, el dolor, el júbilo por salvar sus vidas, los ruegos, las desilusiones, que le confieren a la obra, más allá del relato de los sucesos históricos, ese inmenso poder de persuasión.

En un proyecto de traducción integral de la Historia verdadera, al que junto a Francisco Lobera y Sara Petito me estoy dedicando, gracias a la familiaridad con la obra lograda durante años de investigaciones de tipo literario y filológico, la distancia temporal nos plantea el primer problema, el más complejo. Aun sometiendo toda la obra a una necesaria operación de modernización gráfico-lingüística y de domesticación indispensable para el acceso del lector italiano actual, nos proponemos realizar un texto con una marcada connotación histórico-literaria, en el que se perciban, sin esfuerzos imaginativos, las cadencias de la prosa renacentista.

La organización de las estructuras sintácticas y la elección terminológica corresponden a momentos fundamentales de este proceso, en el cual el trabajo con el material lexicográfico correspondiente a los siglos XVI y XVII es determinante. La consulta de los diccionarios bilingües antiguos, tales como el Vocabulario español e italiano de Lorenzo Franciosini o el Tesoro de las tres lenguas francesa, italiana y española de Girolamo Vittori, nos proporciona equivalencias léxicas que nos permiten un acercamiento al tejido narrativo original y una contextualización más fiel al texto, en lo que concierne tanto a la compleja descripción de las organizaciones administrativa, política y militar, como al retrato excepcional de la realidad americana.

De esta manera se pretende conservar la eficacia literaria de la prosa bernaldiana, debida a la adhesión al principio de lo visto y lo vivido, por medio de la cual nuestro autor prueba la objetividad de la versión de los hechos gracias a su admirable capacidad de revivir los acontecimientos y transmitirlos al lector con toda su frescura e intensidad.

De hecho, sus descripciones parecen imágenes plásticas en la recreación de los paisajes, de las personas y sus indumentos, de las costumbres y de las diferentes especies de animales. Se trata de una narración espontánea, en la que el deseo de cristalizar el recuerdo en la palabra escrita predomina sobre las preocupaciones de tipo formal y retórico.

No hay duda alguna de que las mayores deficiencias expresivas son de tipo sintáctico, por la constante presencia de subordinadas que, en ausencia de la oración principal, quedan truncadas, y por otros defectos como anacolutos, errores en el uso de las conjunciones subordinantes o predominio de la hipotaxis con construcciones polisindéticas, de la que la descripción de Moctezuma nos ofrece uno de los ejemplos más evidentes:

Era el Montezuma de edad de hasta cuarenta años, y de buena estatura e bien proporcionado, e cenceño e pocas carnes, y la color ni muy moreno, sino propia color e matiz de indio, y traía los cabellos no muy largos, sino cuanto le cubrían las orejas, e pocas barbas, prietas e bien puesta e ralas, y el rostro algo largo e alegre, e los ojos de buena manera. E mostraba en su persona, en el mirar, por un cabo amor, e cuando era menester gravedad. (Díaz del Castillo 2011: 321)

Tratando de conservar la belleza impresionante de esta y otras descripciones, en las que los recuerdos parecen desplegarse sobre la marcha, esta manera de proceder requiere una intervención correctiva, tanto como la requiere el pasaje del estilo directo a indirecto (determinado por la dificultad de decodificar los primeros intercambios verbales entre las diferentes etnias) y la ruptura de las reglas correspondientes a los modos y los tiempos verbales, con el frecuente salto del pretérito al presente.

A pesar de esas imperfecciones y aun careciendo, en principio, de preocupaciones estéticas, la Historia verdadera transciende el ámbito historiográfico y se recibe como “literaria”. Esto porque, como adujo Goytisolo, Bernal Díaz del Castillo no es un escritor cuando comienza su obra, pero sí cuando la termina, dado que la redacción de su crónica le implicó «el aprendizaje de las letras».[14] Se trata, según lo que apunta Guillermo Serés, de una conciencia literaria que se desarrolla y se intensifica a lo largo de la obra y que, a través de las sucesivas redacciones y enmiendas, lo lleva a referirse reiteradamente al acto de escribir y a la composición de su obra (Serés 2004: 95-97).

Y cuando el cronista, según cuenta al final de su Historia verdadera, presta su obra, ya pasada a limpio, a dos licenciados para que la lean -«pareciéndome que de varones sabios siempre se pega algo de su ciencia a los sin letras, como yo soy»- uno de ellos dice:

en cuanto a la retórica, que va según nuestro común hablar de Castilla la Vieja, y que en estos tiempos se tiene por más agradable, porque no van razones hermoseadas ni policía dorada, que suelen poner los que han escripto, sino todo a las buenas llanas, y que debajo de esta verdad se encierra todo bien hablar. (Díaz del Castillo 2011: 1069)

El estilo de Bernal se conecta, por lo tanto, con los principios del humanismo y con el ideal literario y lingüístico erasmista de la verosimilitud en el contenido, sencillez en el estilo e imitación de la lengua hablada, elementos estos a través de los que se esfuerza para que su rememoración supere en autenticidad las otras crónicas de la conquista de México. Y logra su peculiaridad precisamente gracias a la amplificación de los episodios y por medio de los detalles que se escapan a los demás o que, al contrario, no se considera oportuno referir.

El deseo de los que nos acercamos a la traducción de la Historia verdadera, tras quedar fascinados por el esfuerzo memorístico de Bernal, es el de devolver la modalidad expresiva propia del autor con la que organiza su material narrativo, donde los elementos orales siguen constituyendo un rasgo inconfundible. De hecho, la articulación del contenido de la obra desvela una estructura fragmentaria y no sólo porque carece de un plano previo. Volviendo después de tantos años a los hechos de la conquista, la narración de Bernal está estrechamente relacionada con sus recuerdos, vivos en algunas partes, parciales en otras. Los factores que plasman esa falta de unidad derivan de la selección de los sucesos que llevan el autor a destacar los que protagonizó y a sintetizar otros en los que su participación resultó contenida. A todo esto se añaden las diferentes fases redaccionales que debilitaron aún más la unidad estructural.

Sin embargo, cabe señalar las estrategias lingüísticas adoptadas por el autor con el fin de dar coherencia y unidad al texto, tales como las locuciones «de la manera que dicho tengo», «como ya he dicho», «digo otra vez» y la repetición de los nombres de los protagonistas de la conquista y de los intérpretes, imprescindibles en el complejo proceso de mediación entre los conquistadores y los indios.[15]

Asimismo, la modalidad reiterativa, recurso funcional para la familiarización y asimilación de lo desconocido y difícil de entender, muestra el esfuerzo para intentar convertir lo “raro” y lo “maravilloso” del Nuevo Mundo en un mundo legible y accesible. A este objetivo se debe la tensión del proceso lingüístico-narrativo caracterizado por endíadis, perífrasis descriptivas, paralelismos con la realidad y cultura española y europea, de las que su lengua se hace reflejo, y el empleo del léxico autóctono. Este último elemento que presenta la obra de Bernal merece algunas reflexiones.

Los conquistadores se toparon con otro mundo, impensable, incomprensible, desde el punto de vista antropológico, cultural y naturalista, frente al que pronto denunciaron la imposibilidad de reproducir verbalmente una dimensión totalmente nueva, por la insuficiencia de instrumentos adecuados.

Así, las limitaciones de la lengua española para expresar unas situaciones experienciales ajenas a Bernal y a sus compañeros explican la adopción de términos autóctonos para referirse a las innumerables especies animales y vegetales, a las actividades y organizaciones de los diferentes grupos etno-culturales encontrados en la tierra recién descubierta. Es por este motivo que la obra de Bernal conserva el testimonio del primer intento de describir fielmente la novedad.

Con respecto a la gran cantidad de términos indios se realizan en nuestra traducción dos operaciones distintas. Para los términos que habían empezado a entrar en el léxico patrimonial castellano, difundiéndose, poco a poco, en otras lenguas europeas (cacao, tabaco, canoa) o los que, si bien hoy en día se encuentran en desuso, eran vigentes en el siglo XVI, se propone su equivalente léxico. Se mantiene, en cambio, el término indio si ese no pasa al español patrimonial o si se ha perdido incluso en América, informando al lector italiano sobre su contenido semántico con una nota del traductor. En cualquier caso, cuando Bernal no está familiarizado con el vocablo introducido, realiza equivalencias léxicas entre el término indio y uno español utilizando, generalmente, ambas denominaciones, u ofrece la descripción más o menos extensa del término indígena, que aclare su contenido conceptual. Estos elementos dejan huella de los procesos descriptivos y denominativos en acto y hacen patente la prueba lingüística a la que se somete el autor descodificando y traduciendo en forma escrita esos primeros contactos.[16]

A la luz de los elementos expresados, el traductor de la obra bernaldiana tiene que trabajar un texto que se corresponde a otra “traducción”, la de la otredad, y no puede evitar reproducir la tensión lingüística que le obliga al autor a forzar y plegar su propia lengua. El traductor comparte, por tanto, con Bernal esa aportación crítica, de la que hablaba Eco, a la comprensión de la obra traducida, si se considera que la obra traducida por el soldado medinés es la inmensa realidad desconocida.

Procurando mantener una actitud conservadora a la hora de traducir, la distancia temporal, espacial y cultural del texto de Bernal nos impone naturalmente ofrecer una «informazione enciclopedica» (Eco 2010: 31) con el fin de ampliar el conocimiento contextual del lector italiano a través de medios suplementarios y paratextuales. La traducción estará acompañada por un rico aparato de notas informativas, de tipo lexicográfico, histórico, antropológico y geográfico y por un amplio glosario de los indigenismos presentes en la obra.[17]

En conclusión, el complejo proceso de traducción de los 214 capítulos de la obra de Bernal requiere una reflexión detenida sobre principios traductológicos para el estudio de soluciones traductivas source-oriented, que dejen percibir l’estraneo[18] y que eviten reescrituras y alteraciones de contenido y estructurales.

Estamos convencidos de la existencia de un amplio margen de intraducibilidad debido a la inmediatez discursiva de la matriz oral del texto original, de un espacio residual en el que necesariamente quedará la espontaneidad de la rememoración de los recuerdos. Sin embargo, se intentará realizar la deseada aproximación a las peculiaridades estilísticas de la obra, esperando devolver al lector italiano la extraordinaria eficacia expresiva del texto en la revivificación de las gestas mexicanas.

 

Bibliografía

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Notas

[1] Este trabajo que se ofrece ahora en una versión actualizada se presentó en su momento con el título de “Oralidad y escritura en la prosa del siglo XVI: traducir la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España de Bernal Díaz del Castillo”.

[2] En las cuatro cartas privadas fechadas entre 1552 y 1567, que forman parte de las llamadas Cartas de Indias, queda testimonio de esa insatisfacción y de los reiterados pedidos de beneficios. Viendo desatendidas sus demandas en México, Bernal decidirá dirigirse al Consejo de Indias y emprenderá dos viajes a España - el primero en 1540 y el segundo en 1550-, por los que logrará aumentar el número de sus encomiendas.

[3] Francisco López de Gómara la redactó desde España, valiéndose de informaciones que le llegaron de oídas. Fue editada en 1552.

[4] Según el parecer de Bernal, los mismos «borrones» de Gómara se encuentran, como veremos más adelante, tanto en la Historia pontifical y católica de Gonzalo de Illescas editada en 1565 como en los Elogios o vidas breves de los cavalleros antiguos y modernos de Paolo Giovio, publicada en 1568.

[5] Díaz del Castillo 2011: 4. Para un estudio documentado sobre las técnicas narrativas utilizadas por Bernal véase también Guillermo Serés en el “Estudio” de la edición de la Historia verdadera de la conquista de la Nueva España (Díaz del Castillo 2011: 1178-1193).

[6] En la edición revisada por Marenco aparece más texto traducido -80 capítulos en lugar de los 71 de la edición anterior-. Esto supuso un cambio en la distribución del texto y, en algunos casos, en los títulos de los capítulos. Según las informaciones ofrecidas en la “Prefazione”, la traducción se basa en la edición de la Historia verdadera de 1962 a cargo de Joaquín Ramirez Cabañas.

[7] Algunas antologías didácticas recogen una selección de capítulos de la traducción italiana de Ettore de Zuani. Este es el caso de la antología a cargo de Ferruccio Focher titulada Le civiltá precolombiane, en la que se reproduce la descripción de Tenochtitlan, contenida en las páginas 168-170 de la edición italiana de 1968.

[8] A partir de la edición de 1968 revisada y anotada por Franco Marenco se añade en el título esta indicación temporal: La conquista del Messico (1517-1521).

[9] Muy a menudo Bernal Díaz nombra la nueva realidad a través del hibridismo de expresiones reproducidas tal y como se oyeron y entendieron por primera vez, sometidas a continuas oscilaciones gráfico-fonéticas. Además, se registra en el relato del autor unas contradicciones y confusiones en cuanto a los topónimos. Sin embargo, en el ejemplo propuesto, emerge más bien una lectura somera por parte del traductor, responsable de una información deficitaria de las diferentes etapas de los sucesos.

[10] Este adjetivo se aplicaba no sólo a las obras de carácter histórico, sino también a las obras pastoriles, caballerescas o bizantinas. Esto se da porque, como explica impecablemente Serés (Díaz del Castillo 2011: 1179-1182), comparten todas el propósito didáctico-moral. No obstante, aquí el término adquiere más peso en relación y oposición a las crónicas «mentirosas» y parciales de otros cronistas.

[11] https://bcrae.wordpress.com/ [fecha de la última consulta:1/2/2018]

[12] La editio princeps editada por Alonso Remón en 1632 (M), que utilizó la copia enviada por Bernal al Consejo de Indias después de 1568 (varios ejemplares, uno de los cuales se conserva en la Biblioteca Casanatense de Roma); el manuscrito conocido como Guatemala (G), copia ampliada con respecto al texto de la edición, en el que Bernal siguió trabajando durante quince años (Archivo General de Centroamérica); el manuscrito habitualmente llamado Alegría (A), copia, póstuma, de G, de la que se encargó Francisco Díaz del Castillo, hijo de nuestro autor (Biblioteca Nacional de España).

[13] https://bcrae.wordpress.com/ [fecha de la última consulta:1/2/2018]

[14] https://bcrae.wordpress.com/ [fecha de la última consulta:1/2/2018].

[15] Como afirman Jesús Baigorri e Icíar Alonso «la crónica de Bernal Díaz del Castillo aparece como un pequeño microcosmos en el que se dan cita los distintos tipos de intérpretes que se encuentran también en otros lugares y momentos de la conquista» (Baigorri, Alonso 2002: 3).

[16] Además, Bernal intenta dejar testimonio escrito de la actividad de los intérpretes que se desarrolla a nivel gestual y oral. Por este motivo, no es inadecuada la denominación “lengua”, puesto que en la trasmisión de los mensajes entre las dos culturas tuvo mucha más importancia la oralidad que la lengua escrita, cfr. Baigorri, Alonso 2002: 2.

[17] Esta sección se valdrá de diccionarios y estudios sobre indigenismos y mexicanismos tales como: M. Alvar Ezquerra 1997 Vocabulario de indigenismos en las crónicas de Indias, Madrid: CSIC; M. Alvar López 1968 El mundo americano de Bernal Díaz del Castillo, Santander: Universidad Menéndez Pelayo, reimpr. 1970; Americanismos en la «Historia» de Bernal Díaz del Castillo, Madrid: CSIC, añejo LXXXIX de la RFE: 3-42, reimpr. 1975; España y America cara a cara, Valencia: Bello: 95-143; F.J. Santamaría 1983 Diccionario de mexicanismos, México D.F.: Porrúa.

[18] Umberto Eco recuerda la diferencia que en 1816 propuso Humboldt entre los términos Fremdheit (“stranezza”) e Das Fremde (l’estraneo”): «lettore sente stranezza quando la scelta del traduttore appare incomprensibile, come se si trattasse di un errore, e sente invece l’estraneo quando si trova di fronte a un modo poco familiare di presentargli qualcosa che potrebbe riconoscere, ma che ha l’impressione di vedere veramente per la prima volta» (Eco 2010: 173).

 

©inTRAlinea & Francesca Leonetti (2019).
"La prosa de Bernal Díaz del Castillo: un reto de traducción", inTRAlinea Special Issue: Le ragioni del tradurre.
Stable URL: https://www.intralinea.org/specials/article/2380